21 agosto 2018

La edad dorada de las series

Llevamos algo más de una década dejándonos decir que estamos en la "edad dorada" de las series. Todo empezó desde que acabó Lost y empezaron a surgir sus múltiples imitadoras. La formula consiste en dos factores clave:

  1. Una premisa misteriosa sin la menor intención de resolverla. Por lo que los guionistas no deben esforzarse demasiado en buscarle el sentido.
  2. Un reparto coral para que la mayor cantidad de audiencia pueda verse identificada en un personaje. Algo así como los grupos de música prefabricados tipo Spice Girls o Backstreet Boys (no sé cuáles son los que ahora mismo "están en la onda").

Al mismo tiempo, también surgieron las imitadoras de Friends, es decir, sitcoms que rompen con la norma fundamental de los guionistas de "no lo digas, muéstralo" sustituyéndola por un descarado "no lo muestres, dilo".


El concepto "edad dorada" se entiende como algo positivo, bueno, de calidad y no tiene fundamento alguno para ser aplicado al mundo de las series en el panorama actual. El hecho es que no son mejores, simplemente es que hay más.

¿Cuándo empezó a haber más? Cuando las generaciones del baby boom empezaron a tener hijos y a acabar las agotadoras jornadas apalancados en el sofá (en España, por ejemplo, la generación nacida en 1975 fue la más numerosa). En definitiva, no hay más audiencia porque las series sean mejores, sino que se hacen más series para poder saciar a más audiencia.


La "edad dorada" es de las grandes plataformas (Netflix, HBO, Prime...), que se hacen de oro a base de producir contenidos como churros. Basta con tener una premisa mínimamente interesante para captar la atención del espectador y luego ir estirando la trama todas las temporadas que sea posible. Todo lo original e interesante que se plantea al principio (en ocasiones tan solo en un primer capítulo) acaba convirtiéndose en simple papel decorativo de un culebrón.

Y triunfan, claro que sí. Porque se pierde la perspectiva. A mucha gente que le gustó Friends (o Cheers) no le importa que gran parte de su sitcom favorita se dé con varios personajes hablando en un café o que descaradamente copian tramas e incluso chistes. Y eso por no hablar de las risas enlatadas que suenan cuando algún personaje dice un simple "hola". Cualquier refrito de lo que nos gustó antaño tiene que ser bueno a la fuerza.


Mención a parte merece el uso de la narrativa excesivamente lenta que poca gente tolera en el cine. Tal vez cuando uno está descansando en un sillón está más receptivo para que le endosen un trigal suavemente agitado por el viento con sus correspondientes minutos musicales. Y, ya puestos, escenas de sexo, la mejor manera de estirar la serie sin aportar nada.

Para mí esta "edad dorada" es la de los primeros capítulos. He visto muchos primeros capítulos y no suele apetecerme perder el tiempo dando segundas oportunidades. "Es que se pone interesante en el siguiente", "es que se anima a partir de la tercera temporada". Mira: no.


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