25 febrero 2018

Sobre la libertad de expresión

Estamos viviendo una época rara. La tolerancia y la solidaridad son palabras que han visto su significado modificado y, en ocasiones, reducido a la mínima expresión. Así, como borregos, nos creemos tolerantes y solidarios porque eso nos dicen en la tele, en la radio, en los diarios y, sobre todo, en las redes sociales, que es lo que parece importarnos más.


Últimamente uno de los temas de moda está siendo la libertad de expresión. Recientemente, el asunto ha vuelto a la palestra por la sentencia a un rapero del que no voy a hacer propaganda gratuita. Según parece, siempre según las redes sociales, este señor hacía uso de su libertad de expresión para decir que la monarquía roba. Y eso es todo. Aunque si uno intenta ir más allá, verá que los delitos por los que se le juzgaba eran, además de calumnias e injurias graves contra la corona, de enaltecimiento y de humillación a las víctimas del terrorismo. No es difícil encontrar qué frases son las que pueden haber arrastrado a este humilde rapero a tal sentencia, pero me abstendré de repetirlas aquí.

Que el individuo sea rapero, pintor, electricista o poeta de la mousse no le exime de sus responsabilidades. Imaginad, por ejemplo, que en lugar de rapear, el hombre fuese político y esas mismas palabras las hubiese pronunciado en un mitin (no me refiero a “la monarquía roba” si no a los insultos y amenazas de muerte). Y si aún os parece bien, imaginad que no lo dice sobre el Rey o sobre políticos si no sobre alguien de vuestra familia. Tal vez ya no os haga tanta gracia. ¿Acaso la libertad de expresión solo se aplica según contra quién?


Echando la vista atrás, recuerdo también la moda de #JeSuisCharlie tras los atentados islamistas en Francia. Charlie Hebdo, una revista satírica según algunos. En realidad, un panfleto ofensivo, especialmente contra las religiones (o básicamente todo lo que no esté en sintonía con su “línea editorial”). Tras la masacre pareció que fuese obligatorio defender su famosa libertad de expresión (aquella que obvia la máxima de “los derechos de uno terminan donde empiezan los de los demás”).

Así tenemos nuestra sociedad ahora mismo. Con las palabras “tolerancia” y “solidaridad” en la boca, pero señalando y despreciando al que no sigue la moda, es decir, siendo intolerantes e insolidarios con quien no sigue al rebaño como un borrego descerebrado.


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