28 septiembre 2017

Mucho ojito. Parte II

En capítulos anteriores de Mucho ojito...

Este último mes mi ojo derecho ha decidido dar un golpe de estado, desprendiéndose del cuerpo vítreo posterior y rasgándome finalmente la retina (…) me propinaron alrededor de 1700 fogonazos con láser (…) Y así tantas veces como estime oportuno la doctora.

Capítulo 2


El último fin de semana de Julio tenía que ir a Madrid para un rodaje. Pero el festival visual de flashes y moscas en mi ojo derecho era bastante molesto, por lo que fui de nuevo al oftalmólogo el mismísimo día de mi cumpleaños. Según este, todo estaba en orden.

Así que fui para Madrid a continuar con el rodaje del piloto de una serie (de la que ya hablaremos en otra ocasión). Era la tercera vez que iba para allá, habiendo llevado a cabo labores de eléctrico, making of y script. En esta ocasión me tocaba ser operador de cámara (tarea muy agradecida si tienes molestias en un ojo).

Con todos los miembros del rodaje

Al igual que en las anteriores ocasiones, el rodaje fue una grata experiencia. Pero con la salvedad de que al volver al oftalmólogo, a penas a 4 días del "todo está en orden", era necesario pasar por quirófano.

Inicialmente, al desprenderse el vítreo se había rasgado levemente la retina por la parte superior y, pocos días después, se había ampliado la zona afectada hacia la parte izquierda. Ambas zonas habían sido selladas con el láser, pero eso no había sido suficiente.

Mi retina cuando estaba "todo en orden".

La operación quirúrgica de desprendimiento de retina dura una hora aproximadamente y la anestesia es local. Te administran un calmante para que "estés tranquilo", aunqe solo sirve para que no te muevas. Uno es perfectamente consciente de lo que pasa, de los diálogos que tienen los médicos y de los chismes que se introducen en el ojo.

La operación consiste en fijar la retina nuevamente en su sitio, acabar de separar el vítreo para evitar futuros desprendimientos, aspirar los fluidos que sobran e introducir un gas.

Yoho, yoho, un gran pirata soy... 

En el postoperatorio uno tiene que mantener posturas con la nariz apuntando al suelo prácticamente las 24 horas. De esta forma el gas se queda presionando la zona de la retina afectada para favorecer su correcta cicatrización (mirar a través del gas es muy parecido a ponerse el anillo único). Esto dura un par de semanas.

A todo ello hay que añadir gotas. Y no una ni dos, si no tres tipos diferentes y 3 veces al día. Pero 9 gotas diarias no son demasiadas, así que... ¿por qué no amenizar la recuperación con una buena conjuntivitis?

Y así fue, una vez superada la fase del gas, me visitó una simpática conjuntivitis vampírica, contagiosa de un ojo al otro, alargando la broma otro mes, con visitas cada pocos días al médico para que me arrancase unas membranas que se forman en el ojo cuando está de fiesta. Y más gotas, por supuesto: una solución salina para lavar los ojos, lágrimas artificiales y algo así como cortisona (sin suprimir las anteriores, claro está).

Una vez superada la conjuntivitis, volví de nuevo al oftalmólogo para la revisión normal. El resultado es que todo ha quedado prácticamente como antes del percance, a falta de una nueva revisión dentro de un mes y graduar de nuevo las gafas.

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