16 mayo 2017

Todas mis niñas

Por muy breve que sea un cortometraje, nunca será lo suficiente para no ser bombardeado por mil preguntas antes de que aparezcan los créditos finales. Las preguntas fijas son: ¿esto “ande” es?, ¿lo vais a presentar a algún lado?, ¿y ese quién es?, ¿con qué lo habéis “grabao”?, ¿son todos amigos tuyos? y ¿ya se ha “acabao”?. Pues voy a abordar una de esas preguntas: ¿con qué lo habéis “grabao”?

Todo empezó a principios de los años 90. Afinando un poco más diría que exactamente en 1992, año de las Olimpiadas de Barcelona (y de la Expo de Sevilla). Los reyes de ese año nos trajeron a casa una fabulosa Sony CCD-TR45E; una handycam video8 con la que, a parte de videos de campo y playa, también rodamos nuestros primeros conatos de corto (de los que ya he hablado anteriormente).

Las cámaras domésticas suelen compensar su falta de controles manuales (y de calidad en general) con algunas tonterías. Esta tenía sólo una de esas tonterías: un botón llamado “superimpose” con el que se podían hacer títulos de un modo bastante cutre.

En 1999 dimos el salto al formato digital (MiniDV) con una JVC GR-DVL 30 que nos fue genial para viajes y excursiones. Al ser también amateur, pero más moderna, tenía un montón de tonterías más: blanco y negro, sepia, franjas para que pareciese 16:9 y efectos raros del tipo estoy borracho y no me importa.

Mis dos primeras cámaras

Fue un par de años más tarde cuando ya di el salto al campo profesional con una Canon XL1s. Una cámara muy bonita por fuera, aunque de uso bastante incómodo. Con ella grabé reportajes para la BBC (ya sabéis, bodas, bautizos y comuniones) y algún cortometraje. Tiraba de cintas MiniDV y ofrecía resolución SD y formato 4:3, entrelazado pero con un modo frame para simular grabación progresiva. Además, con un adaptador de hombro se le podían conectar también micrófonos XLR, aunque sin phantom. La lente era bastante impresionante (por calidad y por tamaño).

Canon XL1s

La Canon estuvo bien para empezar, pero había que seguir evolucionando y en 2006 llegó la Sony HVR-Z1E. En su momento fue una gran cámara, de las primeras en formato HDV-2 (1440x1080). En alguna ocasión la utilicé con un conversor gran angular y el audio siempre con micrófono externo XLR (también Sony) porque, esta vez sí, la cámara tenía phantom incluída. Esta puede que sea a la que le haya sacado más rendimiento a nivel de cortometrajes.


Sony HVR-Z1E

El recambio de la Sony fue la Canon XA20 que aún conservo. Graba en soporte SD en resolución FullHD, teniendo controles manuales (y automáticos) ideales para cualquier reportaje rápido.

Canon XA20

Hace pocos años intenté la aventura de pasarme a la grabación DSLR con una Canon EOS 60D. Pero realmente no me resultó interesante y le saqué poco partido. Ese tipo de cámaras fueron pensadas para hacer fotografías y el vídeo sólo es un añadido, por muchos fanáticos que salgan en su defensa.

Canon EOS 60D

El verdadero cambio a mejor lo di a finales del año pasado pasándome a Blackmagic. Empecé con un Video Assist para capturar las imágenes de la XA20 en ProRes en lugar del H.264 que ofrece el procesador de la cámara. Y poco después, adquirí la Blackmagic Micro Cinema Camera, cuyo tamaño es inversamente proporcional a la calidad de imagen que ofrece. Es sin duda la mejor de las cámaras que he tenido y más que suficiente para los ambiciosos proyectos que tengo en mente. Capaz de grabar directamente en ProRes y en RAW, con un excelente rango dinámico.

Con ella utilizo un juego de lentes Samyang, de 10, 16, 24 y 50mm (T3.1, T2.2, T1.5 y T1.5). La Micro tiene un factor de recorte de casi x3, así que las lentes serían equivalentes a 30, 50, 70 y 150mm respectivamente.

Blackmagic Micro Cinema Camera con su guarnición

En alguna ocasión también he grabado algo con iPhone, pero eso quedaría al nivel de las primeras cámaras, ya que no tiene a penas controles manuales, el color no da nada de juego y no hablemos ya de la profundidad de campo.

Pues ahí está, con eso lo hemos “grabao”.

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